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Salmos 78 - Biblia Castilian 2003


Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel Masquil de Asaf.

1 Maskil. De Asaf. Escucha, pueblo m o, mi instrucción, apresta a mis palabras tus o dos:

2 quiero abrir en parábolas mi boca, hacer fluir enigmas de otros tiempos.

3 Lo que o mos y sabemos y nuestros padres nos contaron,

4 no podemos callarlo ante sus hijos, contando a las generaciones venideras las glorias del Se or y su poder, los prodigios que él hizo.

5 En Jacob erigió él un testimonio, estableció una ley en Israel, prescribiendo a nuestros padres adoctrinar en ellos a sus hijos,

6 a fin de que lo sepa la generación futura, y los hijos que nazcan lo cuenten, cuando lleguen, a sus hijos.

7 Pondrán en el Se or sus esperanzas y no echarán a olvido sus acciones, guardando sus preceptos.

8 As no serán como sus padres, gente rebelde y sediciosa, raza sin ánimo seguro y de esp ritu infiel ante su Dios.

9 Los hijos de Efra n, arqueros diestros, se dieron a la fuga el d a del combate.

10 No hab an observado el pacto del Se or y hab an rehusado andar según su ley;

11 se hab an olvidado de sus obras, de los portentos que él les hab a dado a ver.

12 Delante de sus padres hab a hecho maravillas, en las tierras de Egipto, en los campos de Tanis.

13 Hendió el mar a fin de darles paso, haciendo estar las aguas a modo de riberas.

14 Con la nube los guió durante el d a, con su faro de fuego, a lo largo de la noche.

15 En la estepa hendió rocas y les dio de beber como a raudales,

16 haciendo de la piedra brotar aguas que corr an como r os.

17 Mas ellos continuaron ofendiéndole, rebelándose contra el Alt simo en la estepa:

18 provocaron a Dios en su interior, reclamando el manjar de su apetencia.

19 Hablaban contra Dios y se dec an: "¿Es, acaso, Dios capaz de servir una mesa en el desierto?".

20 Si golpeando la roca brotó agua y corrieron torrentes, ¿podrá, del mismo modo, darnos pan y aprestar carne ante su pueblo?

21 Por eso, al escucharlo, el Se or se enojó, un fuego se encendió contra Jacob, su ira se elevó contra Israel,

22 por no haberle ellos cre do ni haber confiado en su socorro.

23 Mandó luego a las nubes de lo alto, y se abrieron las puertas de los cielos,

24 haciéndoles caer maná para comida y dándoles del trigo de los cielos.

25 Comió el hombre pan de fuertes, y tuvieron sustento a saciedad.

26 En los cielos movió él viento del este, con su poder hizo soplar el austro,

27 enviándoles carne, como lluvia de polvo, y aves aladas, cual la arena del mar.

28 En medio de su campo se lo dio, en torno a sus moradas,

29 y pudieron comer a saciedad, ver cumplida su apetencia.

30 Con la avidez apenas colmada, aún con la comida entre sus dientes,

31 la ira de Dios les sobrevino, dando muerte a los más fuertes, abatiendo lo más selecto de Israel.

32 Y, con todo, pecaron todav a no creyendo en sus portentos.

33 Él redujo sus d as a un suspiro, sus a os a un tremor.

34 Cuando él los castigaba, lo buscaban, tornaban y volv an hacia él,

35 recordando que Dios era su roca y el Alt simo, su liberador.

36 Con su boca trataban de enga arlo, de seducirlo con su lengua.

37 Su corazón no estaba firme en él ni eran fieles a su pacto.

38 Mas él, enternecido, cubr a su pecado y no los destru a, reteniendo su ira muchas veces, no dejando avivar todo su enojo,

39 pensando que eran carne, un soplo que se va y que no vuelve.

40 ¡Cuántas veces le fueron rebeldes en la estepa, le apenaron en la vasta soledad,

41 para volver siempre de nuevo a provocarle, a contristar al Santo de Israel!

42 No ten an presente su poder, el d a en que los libró del opresor,

43 cuando puso sus signos en Egipto y en los campos de Tanis sus portentos.

44 Volvió en sangre sus canales, y sus aguas se hicieron impotables.

45 Envióles los tábanos, que pican, y las ranas, que arruinan;

46 entregó sus cosechas al pulgón, el fruto de su esfuerzo a la langosta;

47 destruyó con el pedrisco sus vi edos, con la piedra sus sicómoros;

48 entregó sus ganados al granizo y a los rayos su hacienda;

49 descargó contra ellos su furor, el enfado, la ira, la opresión, mensajeros del mal en comitiva.

50 Dio a su enojo rienda suelta, no ocultó a la muerte sus personas, destinó sus vidas a la peste.

51 Hirió a los primogénitos de Egipto, las primicias del vigor, en las tiendas de Cam.

52 Llevó luego a su pueblo como grey, lo guió como reba o por la estepa.

53 Al seguro los condujo, sin temor, mientras sepultaba el mar sus enemigos.

54 A su tierra sagrada los llevó, a la monta a que su diestra conquistara.

55 Expulsó delante de ellos a los pueblos, midiendo con la cuerda su heredad e instalando en sus tiendas las tribus de Israel.

56 Mas ellos lo tentaron, rebeldes al Alt simo, no observaron sus preceptos.

57 Como sus padres, cedieron, traicionaron, como el arco que falla, se volvieron.

58 Con sus altos sagrados lo irritaron y le dieron celos con sus dolos.

59 Al o rlo el Se or se enfureció y repudió de veras a Israel.

60 Abandonó su templo en Siló, el lugar de su morada entre los hombres.

61 Dejó ir su vigor al cautiverio y su esplendor bajo el poder del opresor.

62 Entregó su pueblo ante la espada, se enojó con su heredad.

63 El fuego devoró a sus mancebos, no hubo canto nupcial para doncellas;

64 la espada derribó a sus sacerdotes y sus viudas no lloraron.

65 Despertóse el Se or como el que duerme, como guerrero aplanado por el vino:

66 golpeó a sus opresores por la espalda y los hizo vergüenza de los siglos.

67 Desechó las moradas de José y no eligió la tribu de Efra n;

68 mas eligió la tribu de Judá y el monte de Sión que él prefer a.

69 Construyó como una altura el santuario y lo afirmó como la tierra, para siempre.

70 Eligió a David, su servidor, tomándolo de las majadas del ganado:

71 de detrás de las ovejas lo llevó a apacentar su pueblo de Jacob, su heredad de Israel.

72 Con puro corazón lo apacentó y con mano certera lo condujo.