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Salmos 31 - Biblia Castilian 2003


Acción de gracias por haber sido librado de la muerte Salmo cantado en la dedicación de la Casa. Salmo de David.

1 Del director. Salmo. De David.

2 A ti, Se or, me acojo, que no tenga jamás que avergonzarme: por tu justicia, ponme en salvo.

3 Inclina a m tu o do, ven presto a socorrerme; sé mi roca de abrigo y un castillo murado en que salvarme.

4 Ya que tú eres mi roca y fortaleza, y por tu nombre me llevas y me gu as,

5 hazme salir de esta red que ellos me tienden, pues tú eres mi refugio.

6 En tus manos conf o yo mi vida, tú eres mi rescate, Se or, Dios de verdad.

7 Yo aborrezco a los que adoran vanos dolos, por mi parte conf o en el Se or.

8 Yo me gozo y me alegro en tus mercedes, pues tú adviertes mis pesares y conoces las penas de mi alma.

9 No me entregas en manos de enemigos, mas colocas mis pies en campo libre.

10 Apiádate, Se or, que sufro angustia, mis ojos se consumen de pesar y mi alma y mis entra as.

11 Mi vida se desgasta entre congojas, mis a os en gemidos; mi fuerza se disipa en la aflicción, mis huesos se consumen.

12 Para mis opresores soy ludibrio y un objeto de escarnio a mis vecinos; para mis conocidos un espanto: al verme por la calle me rehúyen.

13 Las memorias me olvidan, como un muerto, soy igual que la vasija desgastada.

14 Percibo el cuchicheo de la masa - terror de todas partes -, cuando traman, unidos contra m, y proyectan darme muerte.

15 Mas yo tengo confianza en ti, Se or, y me digo que tú eres mi Dios.

16 En tus manos está mi porvenir: sálvame tú del poder de mi enemigo y de mi perseguidor.

17 Haz brillar tu presencia ante tu siervo, ponme en salvo, por tu amor.

18 Que no tenga jamás que avergonzarme de invocarte, que perezca el imp o, en silencio, en el seol.

19 Enmudezcan los labios mentirosos, que platican con arrogancia sobre el justo, con orgullo y desdén.

20 ¡Cuán inmenso es el bien que tienes reservado al que te teme, que dispensas al que a ti acude, enfrente de los hombres!

21 A tu lado les haces un refugio, alejados de las intrigas del humano; en tu tienda los cobijas, resguardados de lenguas pendencieras.

22 Bendito sen el Se or que sublima en m sus gracias en una villa fuerte.

23 Yo hab a dicho en mi atropello: "Estoy de tu presencia cercenado". Mas, en verdad, oyes mi ruego, cuando clamo hacia ti.

24 Adornad al Se or, sus fieles todos, pues preserva el Se or a los leales y castiga severo a los soberbios.