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Salmos 78 - Biblia de Jerusalem 3-Edicion


Fidelidad de Dios hacia su pueblo infiel Masquil de Asaf.

1 [Poema. De Asaf.] Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, presta oído a las palabras de mi boca;

2 voy a abrir mi boca en parábolas, a evocar los misterios del pasado.

3 Lo que hemos oído y aprendido, lo que nuestros padres nos contaron,

4 no lo callaremos a sus hijos, a la otra generación lo contaremos: Las glorias de Yahvé y su poder, todas las maravillas que realizó;

5 el pacto que estableció en Jacob, la ley que promulgó en Israel. Había mandado a nuestros padres que lo comunicaran a sus hijos,

6 que la generación siguiente lo supiera, los hijos que habían de nacer; que a su vez lo contaran a sus hijos,

7 para que pusieran en Dios su confianza, no olvidaran las hazañas de Dios y observaran sus mandamientos.

8 Para que no fueran como sus padres, generación rebelde y revoltosa, generación de corazón voluble, de espíritu desleal a Dios.

9 Los diestros arqueros de Efraín retrocedieron el día del combate;

10 no guardaron la alianza con Dios, rehusaron caminar según su ley.

11 Habían olvidado sus portentos, las maravillas que les hizo ver:

12 prodigios a la vista de sus padres, en Egipto, en los campos de Tanis.

13 Hendió el mar y los pasó por él, contuvo las aguas como un dique;

14 de día los guiaba con la nube, cada noche al resplandor del fuego.

15 Hendió rocas en el desierto, los abrevó a raudales sin medida;

16 hizo brotar arroyos de la peña y descender las aguas como ríos.

17 Pero pecaban y pecaban contra él, se rebelaban contra el Altísimo en la estepa;

18 tentaron voluntariamente a Dios, reclamando comida para su apetito.

19 Hablaron contra Dios, dijeron: "¿Podrá ponernos una mesa en el desierto?

20 Ya sabemos que hirió la roca, y que el agua brotó en torrentes: ¿podrá igualmente darnos pan y procurar carne a su pueblo?".

21 Pero Yahvé lo oyó y se enfureció, un fuego se encendió contra Jacob, y la Cólera estalló contra Israel,

22 por no haber tenido fe en Dios ni haber confiado en su salvación.

23 Mandó desde lo alto las nubes, abrió las compuertas del cielo;

24 les hizo llover maná para comer, les hizo llegar un trigo celeste;

25 el hombre comió pan de los Fuertes, les mandó provisión para hartarse.

26 Hizo que el solano soplara en el cielo, con su fuerza atrajo el viento del sur,

27 hizo que les lloviera carne como polvo, y aves como la arena de los mares;

28 las dejo caer en el campamento, alrededor de sus moradas.

29 Comieron y quedaron hartos, así satisfizo su avidez.

30 Con la avidez apenas colmada, con la comida aún en la boca,

31 prendió en ellos la cólera de Dios, acabó con los más robustos y abatió a la flor de Israel.

32 Mas con todo siguieron pecando, de sus prodigios no se fiaron,

33 y él redujo sus días a un soplo, todos sus años a un suspiro.

34 Cuando los mataba, lo buscaban, se convertían, se afanaban por él,

35 y recordaban que Dios era su Roca, el Dios Altísimo su redentor.

36 Le halagaban con su boca, con su lengua le mentían;

37 su corazón no era fiel, no tenían fe en su alianza.

38 Él, con todo, enternecido, borraba su culpa, no los destruía; bien de veces contuvo su cólera y no despertó todo su furor:

39 se acordaba de que sólo eran carne, un soplo que se va y no vuelve más.

40 ¡Mil veces se rebelaron en el desierto, lo irritaron en aquellas soledades!

41 Otra vez a tentar a Dios volvían, a exasperar al Santo de Israel,

42 incapaces de acordarse de su mano, del día que los salvó del adversario;

43 de cuando hizo en Egipto sus señales, en los campos de Tanis sus prodigios.

44 Convirtió en sangre sus ríos, sus arroyos, para que no bebiesen;

45 tábanos les mandó que los picasen, y ranas para que los infestasen;

46 entregó a la langosta sus cosechas, el fruto de su afán al saltamontes;

47 asoló con granizo sus viñedos, todos sus sicómoros con aguaceros;

48 entregó sus ganados al pedrisco y a los rayos sus rebaños.

49 Les envió el fuego de su cólera, indignación, enojo y destrucción, tropel de mensajeros de desgracias,

50 y dio curso libre a su ira. No los preservó de la muerte, a la peste sus vidas entregó;

51 hirió en Egipto a todo primogénito, las primicias varoniles en las tiendas de Cam.

52 Sacó como un ganado a su pueblo, como rebaño los guió por el desierto;

53 los condujo en seguro, sin alarmas, mientras el mar cubría a sus enemigos.

54 Los metió en territorio sagrado, en el monte que su diestra conquistó;

55 arrojó a las naciones ante ellos; a cordel les asignó una heredad, instaló en sus tiendas a las tribus de Israel.

56 Pero ellos tentaron a Dios, se rebelaron contra el Altísimo, no guardaron sus preceptos.

57 Se extraviaron, infieles como sus padres, se torcieron igual que un arco indócil:

58 lo irritaron con sus lugares altos, con sus ídolos excitaron sus celos.

59 Dios lo oyó y se enfureció, desechó del todo a Israel;

60 abandonó la morada de Siló, la tienda en que moraba entre los hombres.

61 Mandó la flor y nata al cautiverio, a manos del adversario su esplendor;

62 entregó su pueblo a la espada, contra su heredad se enfureció.

63 El fuego devoró a sus jóvenes, no hubo canto nupcial para las chicas;

64 sus sacerdotes cayeron a cuchillo, sus viudas no entonaron endechas.

65 El Señor despertó como de un sueño, como guerrero vencido por el vino;

66 hirió a sus adversarios en la espalda, los dejó humillados para siempre.

67 Desechó la tienda de José, no eligió a la tribu de Efraín;

68 pero eligió a la tribu de Judá, y al monte Sión, al que amaba.

69 Se construyó un santuario como el cielo, como la tierra que estableció para siempre.

70 Y eligió a David su siervo, lo sacó de los apriscos del rebaño,

71 lo llevó de detrás de las ovejas a pastorear a su pueblo Jacob, a su heredad Israel.

72 Los pastoreaba con todo su corazón, con mano diestra los guiaba.